La Comisión del Territorio y Medio Ambiente de Canarias (Cotmac) ha procedido a anular el famoso Plan General de Ordenación de Santa Cruz de Tenerife. Los reparos que el departamento de la Consejería regional de Medio Ambiente realiza al texto que el Consistorio aprobó a principios de este año era, nunca mejor dicho, una bomba de relojería, sobre todo en lo que se refería a la urbanización de determinados espacios del municipio chicharrero.
Debe ser que en el Ayuntamiento zeroliano hay más de un elemento (o elementa) con un complejo infantil. Quizá el trauma provenga de que no les dejasen jugar a las casitas o al Lego y ahora se estén tomando cumplida venganza construyendo allá donde les permite su entendimiento que, lamentablemente, parece bastante limitadito a tenor de los dislates que se han cometido en esta ciudad.
El PGO contemplaba seguir levantando calles y casas-edificios en lugares empinados, laderas, cercanías de barrancos como si no se hubiese aprendido de experiencias precedentes. Santa Cruz de Tenerife es un canto al disparate urbanístico allá donde uno ponga la vista. Tenemos el lujosísimo residencial Ifara, toda una oda poética de cómo enfrentarse a la furia de la naturaleza. Es, posiblemente, uno de los espacios más selectos de la capital, pero a la par uno de los más peligrosos el día que caigan chuzos de punta. Se han tenido que practicar costosísimas obras de encauzamiento del barranco que transita por medio de la urbanización, especialmente tras la gran riada del 31 de marzo de 2002, pero las lluvias de principio de este año demostraron que no se da abasto en cuanto las precipitaciones son más de las tolerables.
Y, claro, estamos hablando de Ifara, posiblemente, insisto, uno de los lugares más 'in' de Santa Cruz, pero vaya usted, por ejemplo, al Barrio de la Alegría, a María Jiménez, a Valleseco o a los altos de San Andrés. Le puede dar un ataque de risa o de pánico, a gusto de consumidor. Es caer cuatro gotas en esos núcleos y la pesadilla de esos vecinos no tiene fin. Y claro, como esto va según el principio de tanto tienes tanto vales el Ayuntamiento pasa un kilo de estos ciudadanos. Las obras de rehabilitación de barrancos y laderas va más lenta que un campeonato mundial de carreras de caracoles.
En sí, Santa Cruz de Tenerife es una ciudad mal hecha o, mejor dicho, mal construida. Por lo pronto, lo que más llama la atención a quienes la visitan o quienes deciden instalarse en ella es que vive de espaldas al mar. Todo el litoral está copado por un puerto mal aprovechado, con dos pequeños espacios de baño, bastante tercermundistas, dicho sea de paso, y una playa, Las Teresitas, que tendría que aparecer en los anales de un recinto ideal para coger infecciones en determinadas épocas del año y para acabar rebozado cual croqueta de guachinche cualquier día que usted asuma el riesgo de acudir a la misma.
En fin, aunque sea tarde y determinados disparates ya sean irreversibles, al menos me alegro de este tirón de orejas de la Cotmac, a ver si se aprenden a hacer las cosas con un mínimo de planificación, ¿o es que la concejal de Urbanismo no da más de sí, sólo está lista para viajar high level a Madrid y pegarse la vidorra padre, tal y como colgó alguien en una conocida red social?
Debe ser que en el Ayuntamiento zeroliano hay más de un elemento (o elementa) con un complejo infantil. Quizá el trauma provenga de que no les dejasen jugar a las casitas o al Lego y ahora se estén tomando cumplida venganza construyendo allá donde les permite su entendimiento que, lamentablemente, parece bastante limitadito a tenor de los dislates que se han cometido en esta ciudad.
El PGO contemplaba seguir levantando calles y casas-edificios en lugares empinados, laderas, cercanías de barrancos como si no se hubiese aprendido de experiencias precedentes. Santa Cruz de Tenerife es un canto al disparate urbanístico allá donde uno ponga la vista. Tenemos el lujosísimo residencial Ifara, toda una oda poética de cómo enfrentarse a la furia de la naturaleza. Es, posiblemente, uno de los espacios más selectos de la capital, pero a la par uno de los más peligrosos el día que caigan chuzos de punta. Se han tenido que practicar costosísimas obras de encauzamiento del barranco que transita por medio de la urbanización, especialmente tras la gran riada del 31 de marzo de 2002, pero las lluvias de principio de este año demostraron que no se da abasto en cuanto las precipitaciones son más de las tolerables.
Y, claro, estamos hablando de Ifara, posiblemente, insisto, uno de los lugares más 'in' de Santa Cruz, pero vaya usted, por ejemplo, al Barrio de la Alegría, a María Jiménez, a Valleseco o a los altos de San Andrés. Le puede dar un ataque de risa o de pánico, a gusto de consumidor. Es caer cuatro gotas en esos núcleos y la pesadilla de esos vecinos no tiene fin. Y claro, como esto va según el principio de tanto tienes tanto vales el Ayuntamiento pasa un kilo de estos ciudadanos. Las obras de rehabilitación de barrancos y laderas va más lenta que un campeonato mundial de carreras de caracoles.
En sí, Santa Cruz de Tenerife es una ciudad mal hecha o, mejor dicho, mal construida. Por lo pronto, lo que más llama la atención a quienes la visitan o quienes deciden instalarse en ella es que vive de espaldas al mar. Todo el litoral está copado por un puerto mal aprovechado, con dos pequeños espacios de baño, bastante tercermundistas, dicho sea de paso, y una playa, Las Teresitas, que tendría que aparecer en los anales de un recinto ideal para coger infecciones en determinadas épocas del año y para acabar rebozado cual croqueta de guachinche cualquier día que usted asuma el riesgo de acudir a la misma.
En fin, aunque sea tarde y determinados disparates ya sean irreversibles, al menos me alegro de este tirón de orejas de la Cotmac, a ver si se aprenden a hacer las cosas con un mínimo de planificación, ¿o es que la concejal de Urbanismo no da más de sí, sólo está lista para viajar high level a Madrid y pegarse la vidorra padre, tal y como colgó alguien en una conocida red social?
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