Gomeraactualidad.com/Opinión por Juan Antonio Alonso Velarde.- Me alegra saber que esta persona, natural de Tafalla, haya escapado del infierno del maltrato. 44 años de convivencia y cinco hijos en común no sirvieron a quien había sido su esposo para ser feliz. Precisaba de ser un gañán con pintas, un hombre de modales tabernarios, de tasca de mala muerte y que, en un arrebato de rabia de su esposa, acabó en la morgue.
Lo que sucede, y aquí viene el contrapunto a la algarabía por el hecho de que se haya salvado la vida de un mujer, es que tampoco podemos convertirnos en los ejecutores de la Ley del Talión. El ojo por ojo no es deseable en una sociedad occidental que tiene que seguir progresando, rompiendo barreras y tabúes de la mejor manera posible, por la vía del diálogo. Y es que, entiéndame ustedes, no he leído en ninguna de las noticias que esta mujer hubiese interpuesto denuncia alguna contra su esposo. Siquiera los cinco hijos, conocedores de las torturas psicológicas a las que su padre la sometía, fueron capaces de presentarse en comisaría.
Entiendo que cuando la vida de una persona está en peligro uno saca las fuerzas de flaqueza necesarias para defenderse como gato panza arriba. Seguramente, el marido de esta mujer adoptó una actitud mucho más que amenazante para que ésta agarrase un cuchillo, se lo clavase y lo dejase tieso por toda la eternidad. Ahí no me voy a poner con paños calientes porque, siempre según el testimonio de Pilar, era su vida o la de él....
Pero insisto en un hecho relevante, el de la ausencia de denuncias. Dicen que no es tan sencillo interponer denuncias por malos tratos, que el protocolo no siempre funciona debidamente, que las medidas de alejamiento suenan a risa, que los chips localizadores se cotizan a precio de oro. Bien, pero vuelvo sobre lo mismo. No existen esas denuncias o, por lo menos, no se han hecho constar en el juicio, algo que sería una prueba más que fehaciente para que ni tan siquiera se hubiese tenido que llegar a la instancia judicial. Con eso hubiese bastado para archivar el expediente y que esta víctima de violencia de género no hubiese tenido que transitar por comisaría y los juzgados.
Me alegra sobremanera que Pilar lo pueda contar, que sus hijos no tengan que velar la pérdida de su madre, pero tampoco tiraría yo cohetes cuando, reitero, nunca esta mujer se presentó en los juzgados a interponer la correspondiente denuncia. Y no estamos hablando ni de 44 días ni de 44 meses, sino de 44 años de matrimonio y de unos hijos que acabaron por largarse de un hogar donde no se podía vivir. Perfecto, pero a mí hay algo que no me termina de hacer clic. Es como ese puzzle gigantesco donde falta por encajar una pieza.
Juan Antonio Alonso Velarde
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